SecuenciaSonar


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C O M U N I C A D O


A mi querido público de lectores y amigos todos, con este pequeño aviso, quisiera por favor que me disculpen pero por motivos estrictamente de tiempo y trabajo que lo necesitaría para terminar y concentrarme sólo en mi segunda novela, en mi blog Flujanz ya no publicaría más artículos ni trabajos literarios hasta durante un tiempo o mejor dicho nuevo aviso. Salvo las producciones musicales y vídeo-clips de SecuenciaSonar, que sí las seguiría divulgando y actualizando cada cierto tiempo en este mismo espacio, así como también en el siguiente link, www.reverbnation.com/secuenciasonar. Por otro lado, no se preocupen que, para todos mis amigos en Facebook y Twitter, seguiré también escribiéndoles como siempre.

En ese sentido, a todos mis fieles seguidores, amigos, lectores y conocidos todos, les pediría que durante este tiempo de ausencia tuvieran también algo de paciencia, que pronto, muy pronto estaría, como siempre, yo y mi excéntrico personaje Flujanz de nuevo con ustedes para seguir deleitando (a unos) o quizá aturdiendo (a otros) con más escritos y ocurrencias mías. Y, bueno, lo fundamental, de paso también ofrecerles, después de mi primera novela ¿Por qué a mí? que ya ha sido publicada también en dos ediciones (2003 y 2008, respectivamente), mi otro gran segundo intento de ficción literaria o, si quieren, llamémoslo una otra historia de esas entripadas mías.


FREDERIC LUJÁN ZEISLER


Alemania, miércoles, 20 de marzo de 2013

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Friday, March 07, 2008

Denuncia por teléfono


No es la primera vez que le sucede, pero esta vez Flujanz, muy mortificado, quiere dejar asentada su queja en la Oficina Central de Defensa al Consumidor:

“¿Aló?... ¿Con la oficina del consumidor?”
Silencio en la línea.
“¿Cómo dice?”, carraspea al rato un tipo con voz aguardentosa al teléfono.
“Este, ¿acaso no es la oficina del consumidor -indaga Flujanz-, es que quiero denunciar algo?”
“No, aquí no es. Si quiere denunciar algo, pues llame entonces mejor a la comisaría de su distrito, señor.”, contesta el tipo amargo, como si le hubieran quitado un minuto de su valioso tiempo.
“Hm, pero no puede ser, si aquí en la guía telefónica dice: Oficina Central de Defensa al Consumidor.”
“Ah, sí, acá es. Hubiera empezado por allí, pues, mister ¿Qué desea señor, en qué lo podemos ayudar?”
“Mire señor, este, perdón su...”
“Mamerto, me llamo Mamerto Huapaya, señor. ¿Y el suyo?”
“Flujanz.”
“¿Cómo dice?”
“Flujanz, así como se pronuncia, pero con zeta.”
Se escuchan risitas.
“Ajá, muy interesante. Menudo nombre que le han puesto, señor. Bueno, ¿qué cosa quiere?”
Silencio otra vez.
“Este, mire, señor Papaya, digo, Huapaya, yo compro arroz, mucho arroz y no es la primera vez que me sucede que viene con gorgojos.”
“¿Gorgojos? Entiendo, entiendo, o sea, que es usted arrocero. ¿Pero qué cosa quiere que haga?”
“Pues que me atienda esta queja registrándola como antecedente, eso es todo, señor Huapaya.”
“¿Pero solamente por unos cuantos gorgojos? Por qué no limpia mejor el arroz, lo cuela, y ya está, listo para la paella. Además, seguro que lo compra en bolsas de diez kilos para guardarlo luego en su despensa, hasta sabe Dios cuándo.”
“Oiga, señor, yo estoy hablando en serio, ¿o quiere tomarme el pelo?”
“¿Pelo?... Pues quién como usted porque yo lo he perdido desde que tenía veinte años. ¿Quiere que le diga una cosa?... La verdad que yo no estoy aquí para atender quejas sólo porque ha encontrado unos cuantos gorgojos, ¿no sé si me entiende?”
“La verdad que no, señor. Mire, esto lo del arroz, señor Papaya, para que lo sepa, no es la primera vez que me sucede.”
“H-u-a-p-a-y-a, es mi nombre, señor. ¿Está usted mal de la memoria?”
“Bien, señor Huapinga, Huapaya o como se llame, ¿qué tal si mejor me atiende de una vez, sí?”
“Ya, ya, y encima apuradito, no. ¿Sabe usted cuántas llamadas recibo yo diarias?... Como quinientas, pero la suya sobre esos insignificantes parásitos, ya es el colmo. Además, ésta es una institución seria y no un zoológico de bichos. Si por lo menos usted me especificara algo más sobre el producto, yo también podría atenderle mejor su queja.”Dice esto casi a gritos mientras revuelve bruscamente sus papeles.
“Sí, sí, claro, entiendo, usted dirá entonces.”
“Muy bien, creo que ya nos vamos entendiendo. Por ejemplo, ¿ese arroz suyo es chino, hindú, indonesio, vietnamita, tailandés o birmanito?... Datos, datos concretos son lo que necesito, señor.”
“Comprendo, bueno, lo único que podría decirle es que lo uso siempre para el arroz con leche.”
“¿Que lo usa para qué?... ¿Cómo ha dicho?”
“Que este arroz lo compro mayormente para preparar mi arroz con leche. Es bien rico, ¿usted también lo ha probado?”
“Oiga, pero qué ganas de joder. ¿Me está usted cojudeando o qué? Vaya entonces donde la negra Tomaza y no me chamulle tanto, que esa sí le cocinaría el mejor arroz del mundo y de yapa, usted que es medio dulcero, se comería también su buena mazamorra morada.”
“No, en serio, señor, es que es lo que me gusta comer mayormente.”
“Está bien. Tomaré entonces nota de que se trata del vietnamita pastoso, el mismo que usan para el Sushi. Espere un ratito que tengo que buscar los formularios, no vaya a colgar, ya.”
“Tranquilo, siga nomás que no hay apuro.”
El empleado abre y cierra sus cajones con mala gana; tira y desparrama los papeles.
“ Listo. Arroz vietnamita pastoso, ya apunté. ¿Dónde me dijo que compró el producto?”
“Aquí nomás, donde el chino Chang.”
“¿Usted dirá el supermercado Chang?”
“Sí, sí, eso mismo.”
“Ya. Supermercados Chang. Lo he subrayado todavía con tinta roja. Claro, como no, si esos chinos pulperos son unas mierdas, compran casi todo ya adulterado de Tailandia. ¿Por qué no va mejor a Santa Isabel que sus productos son más garantizados? Siguiente pregunta: ¿el arroz que usted compra se trata del grano largo, grano medio, vaporizado, grano redondo, salvaje, basmati o integral?”
“No sé, qué voy a saber.”
“Usted no sabe nada, carajo. Parece que no me entiende o se ha olvidado de limpiar los oídos: ¿Si usted no me da los datos, cómo voy a registrar su reclamo?”
“Bueno, bueno, tómese mejor las cosas con más calma, señor. No estoy muy seguro pero creo que se trata del redondo.”
“Ya. Redondo entonces. ¿Calidad extra, de primera o de segunda?”
“Depende, es que yo me fijo mayormente en el precio.”
“¿Precio? ¿Ha dicho usted precio?... Allí está pues el problema, señor, seguro que usted por ahorrarse unos centavitos compra él más corriente que no sirve ni para alimentar a los gallinazos.”
“No, nada que ver, al contrario, me gusta comprar siempre el más caro. La bolsa de un kilo me cuesta como cinco Soles, señor.”
“Ya. Buen dato. Apuntaré entonces calidad Premium.”
“Sí, sí, claro, debe ser ese.”
“¿En la bolsa, qué código de colores aparece?”
“¿Color? ¿Código?...¿De qué me está usted hablando, señor Huapaya? Creo que usted ya me está pidiendo mucho. Qué voy a saber, pues, señor, si yo no trabajo en el supermercado.”
“Cómo que no sabe, si ese dato es importantísimo.”
“Le repito señor, desconozco de esos detalles. Además, con tantas marcas y productos nuevos que siempre ponen en las góndolas, qué me voy a acordar pues.”
“Con razón. Seguro que también hace lo mismo con las otras cosas que compra siempre. Es usted igual que mi suegra, un volado de primera.”
“Oiga, señor, por favor, un poco más de respeto. ¿Con quién cree que está usted hablando?”
“Con usted, pues, señor Flujanz.”
“Sabe qué, mejor concluyamos esta conversación aquí nomás.”
“¿Ah, sí?... Pero si recién empiezo con el informe, me falta todavía apuntar todos sus datos personales, señor.”
“¡VETE MEJOR A LA MIERDA, CARAJO!....”, y cuelga el teléfono de tal manera que el auricular sale disparado por la ventana.




Publicación Flujanz



Thursday, March 06, 2008

La misión de Flujanz


Sobre la tierra ya no existe nada, más que polvo. Sí, todos los seres vivos con todas sus cosas han desaparecido y Flujanz, es el único que ha quedado vivo. Abre su ventana, mira hacia afuera y piensa:
“¡Mierda, pero si ya no hay nada! ¿Y ahora?... ¿No creo que la providencia me haya dejado aquí sano y salvo sobre la calva de esta tierra única y exclusivamente por mi linda cara?”
Pequeñas partículas radioactivas vuelan candentes en el medio, mordiendo los átomos de su materia. El azul del cielo con sus esponjosas nubes níveas ahora ha quedado reemplazado por una gran masa fuliginosa de cenizas suspendidas en forma de un inmenso hongo. No hay fuego pero se siente calor, mucho calor.
Flujanz cierra la ventana, mira a su alrededor y toma inventario de las cosas que todavía han quedado intactas: el periódico de ayer, un billete arrugado de cincuenta euros con restos de coca encima de la mesa del comedor, un pan seco, un vaso con restos de whisky, la Biblia garrapateada con apuntes en el último capítulo del Nuevo Testamento, y al fondo, en una esquina, una inmensa pantalla de un televisor digital con un bonsái al costado.
“Claro, ahora entiendo, he quedado vivo porque antes de que yo seguramente también me desintegre, cumpliré con la misión de ilustrar –por lo menos en la parte conceptual- a ese nuevo ente que podría aparecer en la tierra.”
Coge un lápiz y un papel y se pone a escribir lo siguiente:

.... Por si acaso dejo asentado esto por escrito para que el que venga a conquistar de nuevo estos latifundios entienda mejor lo que ha sido y ha hecho el habitante anterior:

- Hombre: animal, hijo de puta y pecador por naturaleza.
- Mono: otro animal físicamente muy parecido al hombre pero que no peca ni es hijo de puta.
- Dinero: sirve para medir la riqueza y razón del mal.
- Empresa: un medio para hacer dinero.
- Riqueza: se nutre y crece a la medida que crezca también la pobreza.
- Pobreza: derivada algorítmica de la riqueza.
- Guerra: la principal diversión del hombre.
- Droga: anima el espíritu pero mata.
- Sexo: ¡Qué placer más rico!
- Hijos: producto de la copulación.
- Anticonceptivos: un magnífico descubrimiento.
- Familia: ¿acaso sirve para algo?
- Religión: la masturbación mental de un pueblo.
- Dios: el hombre mismo.
- La Biblia: un buen libro de cuentos.
- Instrucción: a mayor grado más mentecato.
- Televisor: una caja que idiotiza.
- Cultura: un conjunto de tradiciones de buenas y malas costumbres.
- Amigos: ¿existen?
- Naturaleza: para destruirla a cambio de... (ver Dinero y Empresa)
- Vivir: para morir.
- Morir: para volver a viiiiiiii......

....¡Caramba!, ¿y Flujanz?... ¿Qué pasó con Flujanz?



Publicación Flujanz

Reflexión navideña



Queridos papánoelistas, a comprar, a comprar no importa qué pero compren por regalar nomás, sarta de santurrones, todos muy buenos y afectivos aunque sólo sea por efectos de la Nochebuena. Yo también me adelanto a esa significativa fiesta de consumo y me disfrazo de ese Rey Mago del cual en verdad nunca se ha hablado ni se ha escrito en la Biblia, para advertirles que después de esa borrachera con empachada de panetones y pavo relleno grasoso que seguro tendrán este veinticuatro en la noche, no se vayan a olvidar, por favor de descargar al día siguiente todos esos excesos, allí, bien encerrados en ese recinto sacrosanto de sus casas, no olviden tampoco de limpiar bien el sagrado espacio con la escobilla bendita, como debe ser.


Feliz navidad, pues,

Flujanz



Publicación Flujanz

El relato más corto del mundo




.... “¡Desgraciada!”

Publicación Flujanz
Por © Frederic Luján

Tuesday, March 04, 2008

Aviso con foto para buscar pareja


Hola preciosa, soy yo Flujanz y te busco a ti para ser feliz, este perdón, hacerte feliz. Discúlpame que no pueda mirarte de frente porque sufro de estrabismo, además de la lengua que no la puedo meter porque Dios me la hizo larga, larguísima. No en vano me dicen el lengüetero. Pero no te preocupes que eso tiene también su ventaja. Ah, pero no solamente en eso me hizo vigoroso él de arriba: por mi distrófico cuerpo de dos metros de estatura, con espasmos e incontinencia en las zonas bajas, casi siempre tengo que echarme o sentarme encima de una bacinilla u otro utensilio de desfogue; como en esta foto, por ejemplo, que me la hicieron especialmente para ti, sentado encima de una chata ¿Si te gusta te envío otra que me la tomaron echado con el papagayo? De profesión soy ornitólogo pero como los pájaros son siempre muy inquietos y escandalosos, me he dedicado mejor a disecar insectos. Por si acaso la mariposa que ves prendida en el lado izquierdo de la gorra es uno de los más bellos ejemplares de mi colección, perteneciente a la familia de los lepidópteros. También durante mis ratos libres, que felizmente no son pocos, me apasiona tanto la escritura y lectura que figúrate, hasta se me ha dado ahora por escribir al revés y leer en blanco. Entre mis platos preferidos de comida, aunque reconozco que a veces es difícil de conseguirlo, es el huevo de Ñandú cocido, frito, revuelto, escalfado, y muy de vez en cuando en tortilla, pero encebollada y con muy poco aceite.
Y bueno, para terminar y con mucho amor, espero que también te agrade esta bella rosa que me la he robado de la tumba de mi tía Esperanza que recién la han enterrado ayer.
Te mando entonces muchos besos, y por favor, no te olvides pues de escribirme, o si quieres, por qué no mejor me visitas a la siguiente dirección: Clínica de desahuciados mentales-CDM, Departamento: Psicópatas de alta peligrosidad, bloque Z, segundo piso, cuarto Z.201 /Paciente Flujanz.
Publicación Flujanz

Flujanz en casa


Pasa Flujanz no has llegado a la hora Flujanz no pises la alfombra con lo zapatos Flujanz no ensucies el mueble Flujanz no te recuestes en la pared Flujanz no hagas tus ejercicios en la sala Flujanz no muevas el florero Flujanz cuidado con los adornos de cerámica Flujanz no has limpiado el balcón Flujanz apaga la luz Flujanz no te tires pedos Flujanz no eructes Flujanz no te metas el dedo en la nariz Flujanz no te rías Flujanz no bailes Flujanz no cantes Flujanz no comas Flujanz no cocines Flujanz no malogres las ollas Flujanz no arañes los platos Flujanz no pongas los pies encima del sofá Flujanz no cambies el programa de televisión Flujanz no comas cancha Flujanz no leas aquí Flujanz no pongas tus lentes en la mesa Flujanz, Flujanz no mojes el espejo del baño cuelga bien la toalla Flujanz siéntate cuando orines Flujanz no manches las losetas Flujanz no te olvides del aerosol Flujanz limpia el lavatorio Flujanz.
Anda al médico Flujanz no has tomado tus pastillas Flujanz no fumes Flujanz no chupes Flujanz no salgas con tus amigos Flujanz no los invites Flujanz no hables Flujanz no me toques Flujanz no me beses Flujanz, Flujanz no desordenes la cama no botes a mi virgencita Flujanz ponte mejor esta pijama Flujanz cuidado con la almohada Flujanz no duermas Flujanz no sueñes Flujanz, Flujanz no escribas Flujanz no te encierres en tu estudio Flujanz no me interesan tus libros Flujanz no ganas dinero Flujanz no me has comprado cosas Flujanz no has llamado a mi mamá Flujanz.
Flujanz, qué tienes, no te jales los pelos Flujanz no grites Flujanz no le respondas así a tu mujer Flujanz compórtate Flujanz lee la Biblia Flujanz no saltes Flujanz no brinques Flujanz, Flujanz, Flujanz, Flujanz, adónde vas Flujanz, por favor no me dejes que esta es tu casa, Flujanz.
Publicación Flujanz

Esto sí que aprieta


“¡Caramba!, son las siete de la noche y en media hora tengo que estar en la universidad.” Se dice Flujanz estresado, ya que había estado estudiando todo el día una ponencia sobre gerencia integral que iba a dictar en la universidad.
Distraído como es, termina de ducharse y aún concentrado con su ponencia, y que tal sería si mejor les expongo también algo sobre la ventaja competitiva, el fundamento de toda estrategia, abre el ropero de su dormitorio y coge lo primero que encuentra: un calzoncillo desgastado, una camiseta gruesa de algodón, unas medias negras, el pantalón gris de lanilla, la camisa azul de manga larga; y, un fino suéter gris de angora talla S de Teresa su mujer quien por fatalidad había dejado equivocadamente en su ropero.
“Carajo, cuántas veces le he dicho a Tere que no lave tan seguido mis chompas que se encogen.”
Flujanz, un hombre más bien de horma grande, para unos hasta gigante, acomoda la diminuta prenda en sus manos, se mira sin verse en el espejo del guardarropa porque sigue cavilando en la ventaja competitiva, la creación de valor, la eficiencia en las operaciones y cosas por el estilo; y zambulle luego la cabeza y sus brazos dentro de esa segunda piel de lana, la cual le ajusta de tal manera el cuerpo que parece como si se tratara de un traje buzo.
“Mierda, esto sí que aprieta. Qué pura lana ni lana, seguro que lo han hecho mas que de hebra sintética viscosa. Conozco a los chinos.”
Tratando de calzar la cabeza (que dicho sea de paso tampoco es para nada pequeña) y sus brazos con las que supuestamente podrían ser las aberturas del cuello y las mangas del pulóver, se encuentra repentinamente en una penumbra gris que le va envolviendo la cara. Por el aliento acuoso de su boca se le va adhiriendo también un vaho húmedo caliente mezclado con pelusas de angora perfumadas en la cara, que no le permite ni pestañar. No es fácil, sin embargo, parece intuir una luz de salida: se controla, sigue metiendo la cabeza, se retuerce, encoge los hombros; hala el borde del suéter hacia abajo y se ayuda con el brazo derecho, dilatando su tronco y estirando el cuello como periscopio, pero nada.
“Calma, calma...”Se da ánimos Flujanz, porque ahora nada es más importante que seguir pensando en su ponencia: “Claro, eso es, cuando les muestre los pro y contra sobre la ventaja competitiva –¿o se dice competiticia?-, aprovecharé en resumirles también algo sobre el triángulo de la rentabilidad.”
Su perfeccionismo y preocupación por la exposición es tal que ni cuenta se da de las cosas que hace; se mueve involuntariamente, por inercia, instintivo.
“Ajá, ya me acordé, la segmentación estratégica representada en un solo gráfico bidimensional. ¡Fabuloso, fabuloso!”
La tela le aplasta de tal manera la frente, ojos, nariz y boca, que poco a poco siente que le va faltando el aire. Mientras una mano logra apenas explorar la mitad de lo que podría ser una manga –o digámoslo mejor de esta otra manera: parte del vestido que podría servir para meter el brazo-, las finas pelusas grises de angora se le aglutinan en las mejillas, pómulos y mentón, formando un solo engrudo pastoso en la cara. Hasta que por fin logra sacar la mano izquierda que le parece más bien como una araña.
No sabe muy bien por qué, quizás por la emoción de que por fin una parte de su cuerpo haya encontrado una salida fresca, ahora es como que se le han confundido más los papeles y comienza a trastocar su exposición con otras visiones:
“Una araña, sí, una araña coja es lo que les dibujaré en la pizarra porque le delinearé sólo cinco dedos, este, quiero decir piernas.”
Y mueve los cinco dedos de su mano lacerados de tantos tirones y jalones, como cerciorándose de que sean efectivamente cinco.
“Empezaré, por ejemplo, con la palma, perdón, me refiero a ese cuerpo peludo que representa el núcleo de la rentabilidad, anexándole luego estos cinco dedos-pierna que simbolizarán las cuatro variables de mercado más su respectiva palanca teórica o cajón de sastre.”
Como todo su tronco, contando desde la cabeza, hombros, brazos, hasta parte de sus pectorales, ha quedado revestido por esa tela, sentir en ese momento el fresco aire, aunque fuese solamente en la mano, le hace pensar que tal vez que ya le falta poco.
“¡UF!... Menos mal me falta poco.” Suspira, su respiración es lenta, espesa. La prenda húmeda de tanto jadeo se le ha enquistado hasta en los ojos, oreja, y en fin, en casi todos los poros de la cara.
Entre semejante laberinto apretado, buscar un subterfugio no es nada fácil: la saliva que le brota toda concentrada con sabor a pelusa por la boca; los párpados que se le han pegado de tanto sudor, y sus velludas cejas que se recosen con la lana. Tira y tira hacia abajo con el codo derecho, que se le ha enredado como molusco con el borde inferior del pulóver a la altura de la cintura; vuelve a estirar su cuello de tortuga; extiende simultáneamente el brazo izquierdo a ver si con su mano libre, que no sabe por qué pero que le sigue pareciendo una araña, logra talvez encontrar la otra manga (¿será acaso la manga?); usa sus dotes de contorsionista, ladeando bruscamente su tronco sesenta grados hacia la izquierda y dobla hacia atrás todo su brazo flácido y descoordinado, girando en un mismo eje, una y otra vez, rastreándose la espalda como trompa de elefante desde la zona lumbar hasta el culo.
Toda esta experiencia le parece rarísima a Flujanz, abstrayéndose cada vez más con sus visiones.
“Hombre, o qué tal entre tanto entretelado peludo, mejor les hago una representación tridimensional de nichos de mercado sobre productos telares arácnidos. Además, con esta trompa con cabeza de araña que me toquetea hasta el culo, seguro que ni explicándoles la estrategia de evaluación preliminar del generalísimo chino Sun Tzu me entenderían.”
Mareado y ciego por la tela que se le ha cosido entre los ojos, cae al piso, vuelve a pararse, vuelve a caerse; se tropieza con el filo de la puerta del armario, rompe el espejo; se precipita encima de la cómoda de su mujer: bota la lamparilla, los adornos, los retratos; y nada, sigue aún atrapado.
Hasta que por fin el distinguido profesor Flujanz logra encontrar las codiciadas aberturas del pulóver (¿serán acaso?).
Y claro, siempre serio y muy concentrado, entra al auditorio de la universidad, y se sorprende mucho porque todos comienzan a reírse también de él.





Publicación Flujanz


Monday, March 03, 2008

Campaña contra el cigarrillo




Flujanz le dice a Chucho:
“¿Hermano, por qué no dejas mejor de fumar?
“No puedo, hermanito”
“Pero, ¿por qué no puedes?”
Y Chucho como sabiendo de qué hablaba respondió:
“Mamá murió cuando yo tenía apenas un mes.”
Flujanz lo mira fijamente en los ojos.
“Ah, comprendo, comprendo, o sea, porque mamá no te dio teta, ¿no es así?”
“Sí, así es.”
Después de unos días se vuelven a encontrar y Flujanz le dice:
“Chucho, toma, ... chupa mejor este chupón.”
A partir de entonces, santo remedio, Chucho nunca más volvió a encender un cigarrillo. Y Flujanz, analítico y deductivo como siempre, concluye los siguientes puntos para su campaña contra ese devastador vicio que es el cigarrillo:

1- El que fuma más de dos cajetillas diarias: casi ni mamó de chico.
2- El que se fuma unas pitaditas después del almuerzo y otras después de la comida: mamó hasta grandazo.
3- El que se quita el cigarrillo cuando quiere: tuvo por lo menos 10 amas los seis últimos meses.
4- El que no puede dejar el cigarrillo: lo tuvieron con chupón desde que nació.
5- El que hace coronitas con el humo: exceso de chanchitos después de mamar.
6- El que se chupa el dedo: destete en seco.
7- El que se come las uñas: destete con pellizco.
8- El que fuma pipa: destete de ama negra.
9- El que fuma rubios: destete de ama gringa.
10- El que fuma Incas: destete de amas cholas.

Cómo habrá dado resultado la campaña, que inmediatamente todos los centros de salud del mundo se han puesto a invertir millones de dólares en chupones –hasta con amas de todas las edades y razas, matronas pechugonas, cabras del Tíbet y mamaderas en forma de cachimbas. Lo malo es que los grandes consorcios tabacaleros, como Marlboro y Lucky Strike han desatado una sórdida cruzada a favor del destete, envenenando con la ayuda de espías rusos la leche con sustancias radioactivas, aduciendo, además, que los chupones producen desequilibrios hormonales, donde a los hombres les crecen las tetillas y a las mujeres el bigote.
Publicación Flujanz