SecuenciaSonar


-------------------------------------------------------------------------------


C O M U N I C A D O


A mi querido público de lectores y amigos todos, con este pequeño aviso, quisiera por favor que me disculpen pero por motivos estrictamente de tiempo y trabajo que lo necesitaría para terminar y concentrarme sólo en mi segunda novela, en mi blog Flujanz ya no publicaría más artículos ni trabajos literarios hasta durante un tiempo o mejor dicho nuevo aviso. Salvo las producciones musicales y vídeo-clips de SecuenciaSonar, que sí las seguiría divulgando y actualizando cada cierto tiempo en este mismo espacio, así como también en el siguiente link, www.reverbnation.com/secuenciasonar. Por otro lado, no se preocupen que, para todos mis amigos en Facebook y Twitter, seguiré también escribiéndoles como siempre.

En ese sentido, a todos mis fieles seguidores, amigos, lectores y conocidos todos, les pediría que durante este tiempo de ausencia tuvieran también algo de paciencia, que pronto, muy pronto estaría, como siempre, yo y mi excéntrico personaje Flujanz de nuevo con ustedes para seguir deleitando (a unos) o quizá aturdiendo (a otros) con más escritos y ocurrencias mías. Y, bueno, lo fundamental, de paso también ofrecerles, después de mi primera novela ¿Por qué a mí? que ya ha sido publicada también en dos ediciones (2003 y 2008, respectivamente), mi otro gran segundo intento de ficción literaria o, si quieren, llamémoslo una otra historia de esas entripadas mías.


FREDERIC LUJÁN ZEISLER


Alemania, miércoles, 20 de marzo de 2013

www.fredericlujan.com

www.flujanz.blogspot.com

www.reverbnation.com/secuenciasonar




Friday, December 02, 2011

Ritmo, ritmo y más ritmo...


Ritmo, ritmo y más ritmo... Según lo que comentan por ahí, no en vano dicen también de que se trata mas bien de un flujo de movimientos controlados o medidos, sonoros o visuales, generalmente producidos por una ordenación de diferentes elementos según el medio en que te desarrolles o desenvuelvas. Interesante, verdad. Por eso tal vez creo que también todo, pero casi todo lo que se hace en esta vida, inclusive hasta para trabajar, dormir, hacer deporte, comer, divertirse y, para algunos, hasta para robar (actividad que está últimamente también muy en boga), se gobierna por procesos inteligentemente ordenados y repetitivos.

En mi caso específico, prefiero aplicar con gran ahínco esa simetría o digamos que cadencia mejor en la literatura y percusión (mis dos grandes aficiones) Como, por ejemplo, sobre todo cuando construyo mis escritos o narraciones, equilibrando siempre mis historias con un impulso rítmico determinado y dosificado con una mixtura muy especial de diálogos, resúmenes, descripciones y acciones de mis personajes ficticios y que marcan –como muchos ya también se habrán dado cuenta-, también mi propio estilo. Lo mismo podríamos decir con la música o mejor dicho específicamente con la percusión que tanto me entusiasma. Sólo que en este caso ese impulso rítmico ya no lo construyo con estructuras oracionales ni disposición de palabras, sino más bien a través de golpes repetitivos que les doy a mis tambores o a cualquier otro instrumento musical de percusión, ya sea en forma abierta o cerrada, con sonidos altos y bajos, fuertes y débiles, largos y breves; y cuidando siempre, por supuesto, mis propios acentos y figuras musicales que más adelante determinarían también la melodía.

Y bueno, como para demostrar todo esto, les regalo pues ahora este otro combinado rítmico mío hecho con la batería y mis congas.







Publicación Flujanz

Por © Frederic Luján Z.

Tuesday, November 01, 2011

Maldiciendo a mi alter ego Flujanz


¡ADVERTENCIA: POR EL FUERTE CONTENIDO DE LISURAS, ESTE VÍDEO NO SE RECOMIENDA A MENORES NI A PERSONAS RECATADAS!

Sí, es cierto que algunas palabras fuertes como decir improperios, ofensas y, bueno, toda una otra lista de vocablos ásperos malsonantes y chocantes que uno lanza a veces sin querer o intencionalmente a un ser querido, amigos, o simplemente a otra persona que uno casi ni conoce, podrían causar discordia, destruir una vida, provocar odio, desunión, romper un afecto, dolor, y, porqué no, hasta provocar también desbarajustes fisiológicos.

Empero, en cambio, si esos mismos improperios o disonancias vulgares te los dices mejor tú mismo (Tal como yo lo hago a veces también con mi alter ego Flujanz, sin pensarlo mucho, como si se tratara mas bien de una válvula de escape que ahora hay que abrirla de muy adentro, sin vergüenza, ni cobardía), paradójicamente, tendría un efecto más terapéutico y que serviría mas bien como para deshinchar también ese Yo”; ya que, sin querer, a veces a mí también se me infla como un globo y podría un día hasta reventar allá por las alturas y ahí sí que me jodería, ya que me incrustaría igual que un avión kamikaze en la tierra.







Publicación Flujanz
Por © Frederic Luján.Z.

Monday, October 03, 2011

Un arreglo con congas


Por favor, no vayan a pensar de que se trata mas bien de un rito vudú o de santería, o cosa por el estilo. ¡No, no, nada que ver! Lo que pasa, amigos, cuando se trata de bombos, tambores, cajas o cualquier otro instrumento que sirve para pegarle con las manos, como que me excito, me pongo eufórico, eléctrico, vibrante. Eso es todo.

Y que el señor Mat Marino –autor, en verdad, de ese bello título musical de ambiente, Into the deep-, también mejor me perdone, pero es que al escuchar ese bajo y punteo de guitarra casi afrodisíaco suyo y acompañado con ese sensacional juego de notas en el keybord, como que se me ha subido la endorfina y la tentación de ponerle algo más de sabor y calor a su cancioncita ha sido tan grande, que no se me ha ocurrido mejor cosa que introducir pues ahí nomás y de a poquito –como diría también el gran Cantinflas- mis propias variaciones, pegándole eufóricamente como epiléptico –o digamos que mejor como un mono eléctrico- a mis lip blocks y al cuero de las congas.

Afortunadamente, este tipo de música instrumental minimalista de ambientes tipo lounge y que es usada también como música de fondo en muchos salones de hoteles, restaurantes, bares, supermercados, estudios de ejercicios aeróbicos, salones de masajes o de otras aulas, aposentos o cuartos donde se practican también otro tipo de fricciones corporales, este... creo que mejor ya no sigo detallando, se encuentra también libre de derechos de autor. De lo contrario, creo que no solamente me meterían directo a la jaula por incumplir con la ley, sino que, además, ese tal Mat Marino seguro que me masacraría a punta de palazos, por haber tenido la osadía de haberle deformado deliberadamente con otros sonidos esa bella y tan relajada cancioncita ambiental suya.





Publicación Flujanz
Por © Frederic Luján.Z.

Thursday, September 15, 2011

Manos cadenciosas


Como algunos seguramente ya han podido notar, el ritmo y la percusión es algo que lo llevo en la sangre, aparte, claro, de que me sirve, antes de sentarme a escribir con el teclado de la computadora, también como perfecta calistenia matutina para las manos. Por eso, amigos, en este siguiente enlace, me gustaría invitarlos ahora a que vean y escuchen pues en que consiste este otro ejercicio rítmico mío, pero usando esta vez ese magnífico instrumento de percusión idiófono y oriundo del gran Perú (esa linda tierra que también me ha visto crecer) que es el cajón o simplemente caja.








Publicación Flujanz
Por © Frederic Luján Z.

Friday, September 02, 2011

El fideo


La verdad que yo no soy muy seguidor de humoristas alemanes, salvo el de Vicco von Bülow, alias Loriot (1923-2011), para mí uno de los pioneros, por no decir el mejor en cuanto a lo que al humor seco se refiere. En especial, si se trata de representar o, mejor dicho, de parodiar con una sutil ironía las cosas que suceden en la vida cotidiana y esas rigideces de una sociedad lacónica y tan fría como es la alemana.

Uno de sus legendarios episodios o sketch televisivos y que desgraciadamente no ha sido hasta ahora escenificado ni tampoco traducido en texto –al menos en castellano- por nadie, es: el fideo. En ese sketch, por ejemplo, se ve como Loriot (Vicco von Bülow) le declara a su único gran amor Hildegard (Evelyn Hamann, otra gran artista alemana que ya falleció), importunándole por un fideo que va desplazando involuntariamente con su servilleta por el rostro y que le imposibilita todo intento romántico.

Así que ahora les regalo, como algo único y extraordinario, esta siguiente escena en texto que yo mismo también la he traducido y, claro, siempre con mi propio toque de estilo, por supuesto:



Loriot y Hildegard, una pareja de alemanes chapados a la antigua, ambos muy refinados y recatados, cenan ahora en un distinguido restaurante italiano en Frankfurt. Al terminar de comer lo que han pedido –ella, una lasaña de verduras y él un cremoso plato de fettuccine-, Loriot no puede esconder más sus intenciones y es así como nace también esta graciosa escena:

Loriot se acomoda primero bien en su silla, pone los cubiertos encima del plato, y mira en forma cautiva a Hildegard que se encuentra al frente suyo, en el otro extremo de la mesa; luego se limpia la boca con una servilleta y, sin darse cuenta que se le ha quedado pegado ahora a la altura de su labio inferior y el mentón un grasoso fideo en salsa crema de cuatro centímetros, le dice en un tono sinuoso y muy serio:

“Hildegard, ¿sabía que nos conocemos ya casi un año?”

“Sí...”

Es lo único que le contesta ella, y mira sin parpadear sólo ese repulsivo, por no decir asqueroso fideo que se le resbala cada vez más por la boca con dirección hacia el mentón.

“¿Y sabía también, Hildegard, que esta sería como la segunda vez que la invito también a cenar?...”

“Sí, lo sé...”

Dice ahora perpleja y con la cara como paralizada de asco. El fideo sigue desplazándose igual que una lombriz cada vez más hacia el centro de su mentón. Hildegard entreabre más la boca de pura repulsión, torciendo las comisuras de sus labios hacia abajo.

“Hildegard, me gustaría decirle también otra cosa. Me gustaría decirle que yo por usted siento mucho pero mucho más que una mera simpatía, o, no sé... hasta infinitamente más que una simple amistad. Sí, por eso, por eso mismo, Hildegard, yo quisiera ahora también...”

“Usted tiene un...”

Le dice ella ahora y sin haber terminado aún la frase. Como a Loriot, esa esporádica y fugaz intervención de ella le ha parecido mas un complemento, él se pone ahora algo nervioso y continúa hablándole sin dejar siquiera a que termine su frase.

“No, Hildegard, por favor, no me diga mejor ahora nada...” Pestañea tres veces “Antes de que me diga algo, quiero decirle que también hay momentos en la vida como éste, en que, a veces, me basta tan sólo una mirada o una simple contemplación suya para también entenderla.”

“Usted tiene un...”

Insiste ella. Y Loriot, nada. Muy seguro de que los pensamientos de ella también coinciden perfectamente con sus pretensiones, él ni caso le hace y continúa.

“Sí, sí, ya lo sé... y, por favor, no es necesario que insista, ya que estoy casi seguro que en este momento tan importante usted también siente, percibe, exactamente lo mismo que yo.” Loriot vuelve a enderezarse y toma más aire “Hildegard...”

“Usted tiene un..., o, este, perdón, quiero decir que algo se le ha quedado pegado en la boca.”

Abochornado, Loriot coge inmediatamente la servilleta y frota la mitad izquierda de su boca.

“No, no... en el otro lado, más a su derecha”

Loriot vuelve a refregarse pero esta vez toda la boca.

“¿Y?... ¿está todavía?”

“No, ya no está”

Le dice Hildegard por fin aliviada.

Loriot coge ahora su vaso de vino con la mano derecha y se lo toma no quiero decir que en forma pausada, pero sí acompasada; luego saborea el líquido, humedeciendo decentemente sus labios con la punta de la lengua. Mientras que seduce de nuevo a Hildegard con la mirada, se seca bien la boca con la servilleta, sólo que ahora, por desgracia suya, vuelve a aparecer otra vez y sin que él se dé cuenta ese fideo más apachurrado y viscoso que nunca, en el labio superior derecho, casi a la altura de su orificio nasal.

“Hildegard... ¡Míreme, por favor! Pero, ¿por qué no me mira ahora directamente a los ojos? He esperado tanto pero tanto este momento para decírselo y hoy, por fin hoy, creo que ha llegado ese hoy, este, perdón... quiero decir ese, ¡no, hombre!, qué estoy diciendo, digo día. ¡Hildegard, por favor, míreme, míreme bien la cara que quiero decirle también algo muy importante! Deme su mano..."

Loriot arrastra temerosamente sus manos sobre la mesa y acaricia con mucha ternura las manos de Hildegrad. Pero ella, por supuesto, otra vez estática como una momia, mirándole solamente ese horrible fideo, ya casi amarillo y todo aplastado en su boca.


Publicación Flujanz

Por © Frederic Luján Z.

Tuesday, July 26, 2011

Con la conga y el bongó





Mis queridos parroquianos y amigos todos: Como ese difícil arte que es la escritura no puede ir nunca divorciado (al menos, para mí) de la música, ni menos con todo lo que tenga que ver con la percusión (mi segunda otra gran afición), ya que me sirve a veces de desfogue como para volver a cargar luego con más fuerza y energía mis escritos y así librarme de esos horribles bloqueos literarios, esta vez más bien he aprovechado que vino mi hijo Diego a visitarme, para grabar también juntos en mi estudio (él con el bongó y yo con las congas), una pequeña pieza rítmica que preferiría mejor llamarla movida cadenciosa; y así inspirarme también con un pequeño verso que yo mismo he compuesto y encima lo recito, o, mejor dicho, trato de hacerlo tal como lo cantaría también ese gran maestro peruano de décimas, el inconfundible y muy recordado Nicomedes de Santa Cruz.






Con la conga y el bongó
(Lírica, Frederic Luján)


Señoras y señores,
ho, ho, ho... Ha, ha, ha…
Con el bongo bon-gó y conga con-gá
se puede, se puede hacer milagros.

Ayayay, cómo les pica la mano.
Sí, señor. Milagros se pueden hacer que,
con mi mano en la con-gá,
acompaño la tum-bá.

Y con los dedos del otro,
he, he, he…
hace flores con el bongué.

Tocando y tocando siempre juntos,
cerrado y abierto,
pues no hay tono que desentone,
ni hembra que aguante.

Ha, ha, ha... He, he, he…
Padre o hijo, bongo o bonguito,
qué lindo ahí,
cómo les pica la manito,
que son también igualitos.

Toquen y toquen siempre, que,
con la conga y el bongó,
se pueden hacer milagros.
Milagros se pueden hacer,
con la conga y el bongó.


Publicación Flujanz
Por © Frederic Luján Z.

Friday, July 01, 2011

La desgracia de Prudencio (Audio relato)




Hola amigos, como lo que siempre digo a mis lectores cuando les leo a veces algunos pasajes de mis obras: que lo difícil de escribir ficción no solamente consiste en ser original, sino que, encima, cuando la narras, hay que adentrarse de tal manera en la piel de sus propios personajes que al final, ¡caramba!, me parece como si efectivamente fueran reales y yo mismo también la viviera. Sí, así es... por eso y como para subrayar lo anteriormente dicho, que les presento ahora en esta nueva versión producida en un audio relato, la desgracia de Prudencio: una historia que he escrito también ya hace un par de años atrás en mi libro La dulce espera, y cuyo tema central versa sobre el pudor.


Los que ya me conocen como escribo, esta historia es también como muchas otras mías, es decir, hechas bajo un molde de una figura retórica (llamada también en el argot literario: tropo) que aumenta o disminuye exageradamente la realidad; o dicho en otras palabras, en donde el personaje principal (como en este caso, Prudencio) se desarrolla en un escenario lleno de adversidades que se dramatizan de tal forma hasta que, ¡boom!... revienta, llegando también así la historia a su clímax. Yo más bien llamaría a esto, como el efecto de una bola de nieve que crece y crece para luego desparramarse por ahí, en un rincón.

Escuchemos pues ahora estos dos
episodios de este increíble audio relato:



La desgracia de Prudencio / Episodio 1








La desgracia de Prudencio / Episodio 2





Publicación Flujanz

Por Frederic Luján Z.

Thursday, June 02, 2011

La grandeza de un hombre...



“La grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez.”


(Blaise Pascale, 1623-1662)


Una muy sabia frase de Blaise Pascale, ¿no les parece? Sólo que a mi juicio cuando la escribió, ¿o debió haber estado dopado por todas las dolencias que sufría? ¿O tal vez haya sido por una inconclusa hipótesis traducida en texto que él, como profundo conocedor de las matemáticas, sobre todo por su espíritu geométrico y esa finura que tenía siempre en cuanto al cálculo de probabilidades, aún le faltaba sustentar? Aunque, no, creo que no... lo más probable es que haya sido por esa frustración que experimentó prácticamente desde que su queridísima hermana Jacqueline se cansó de darle siempre su sopita como enfermera y que lo empujó prácticamente a llevar una vida de riguroso ascetismo hasta el fin de sus días.

Pobre Pascale, ¿verdad? Él, que había sido siempre tan matemático, exacto y filósofo y, al último, hasta encima religioso (¡Todo un all-round talent, oiga usted!), es una lástima que por el padecimiento que tenía de los nervios y sus piernas y pies que se encontraban siempre fríos, hasta el punto que tenía que llevar calcetines remojados con brandy para mantenerlos siempre calientitos, ya desde temprana edad terminó hecho toda una piltrafa.

Por favor, no quisiera que me entiendan mal, pero no es ahora mi intención hablar de ninguna manera mal de ese renombrado pensador francés con especialidad asimismo en principios de hidrostática y equilibrios de fluidos (Caramba, ya casi también me lo olvido), pero seguro que, con tantos tratamientos complicados que recibió por todas sus enfermedades y encima con ese carácter tan irritable que siempre tenía, la cosa que le colgaba entre sus débiles extremidades inferiores se le volvió también a lo mejor chiquita, o lo que él mismo llamaba: su propia pequeñez. De ahí pues que seguro se inspiró, comparando siempre su pipilín con las semejantes vergas que se manejaban los otros y así barajándola también con esa conocida frasecita suya: “La grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez”.

Porque eso sí, y sin el afán de estigmatizar a nadie, ya que también existen excepciones (pocas pero existen), desde que el hombre es hombre (o sea, me refiero pues a ese bípedo animal que dice ser siempre el más inteligente, todo bien machote él y su tripa con pelotas que le cuelgan siempre), con esa locución tan amanerada de que la grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez, ¡carajo!, no me jodas, pues, Pascalito... Ese pensamiento se lo podrás rezar todos los días a Jacqueline tu hermana que te ha dejado para irse mejor a un convento, pero no a nosotros y encima en pleno tercer milenio. A ver... ¿por qué no entonces les preguntamos
mejor a esos grandes, grandísimos, por no decir grandeza de hombre como, el machucador musculoso Schwarznegger, el Papi lindo bunga bunga de Berlusconi, el semita pervertido Mosche Katzav, el violador de empleadas hoteleras Strauss-Kahn, el saxofonista Bill Clinton, el lengüetero bembón de Tiger Woods y etcétera, si es que ellos saben reconocer también su propia pequeñez?




Publicación Flujanz
Por © Frederic Luján. Z.

Tuesday, May 03, 2011

Mi nieta



Aclaración del autor Frederic Luján: Por si acaso, mi verdadera nieta es aun más bonita y tiene apenas 10 meses. Este relato es meramente ficticio al igual que la foto. Ah, sí, y otra cosa, para todas las madres, nonas o tatara nonas, les deseo también un ¡FELIZ MES, SEMANA, DÍA O BUENO... CUALQUIER OTRA OCASIÓN, CIRCUNSTANCIA O MOMENTO QUE USTEDES COMPARTAN CON SUS HIJOS AHORA EN MAYO!



Mi nieta es encantadora. Con sus casi tres años de edad, toda linda, con sus ojitos celestes de apariencia inocente, alegría desbordante y cuerpito de muñeca, es capaz de conquistar hasta al más impasible y flemático de esta tierra, de eso no cabe la menor duda. Solamente que yo, Flujanz, su abuelo engreído, el yayo payaso, guasón, y a veces hasta desvergonzado e insensible, ese día, al querer enseñarle más bien los primeros pasos de ese legendario baile acrobático Bugui Bugui, me he sentido tan humillado con su cachacienta risa y forma tan bellaca de imitarme, que he preferido mejor cortarla y empacharla de leche y harta papilla, al menos hasta que la recoja su madre. ¡Palabra que sí!

Pero bueno, después de todo, todo lo que es de sangre también se hereda y sigue nomás su curso, incluso hasta también las malas manías de los abuelos, ¿verdad?...




Escuchen por favor el siguiente music-clip:





















Publicación Flujanz
Por
© Frederic Luján Z.

Sunday, April 17, 2011

La segunda vuelta




Aviso de aclaración: Yo, Frederic Luján Zeisler, autor de este artículo y del blog Flujanz, no soy partidario ni me solidarizo con ninguna agrupación, partido, contubernio, prostitución, o charlatanería política peruana, ni tampoco con cualquier otra corriente demagógica o retórica enredada del mundo, y así está bien.


La segunda vuelta

Por todo lo que leo y veo en estos días sobre la cachetona Keiko o el síndrome ese de la peste roja con cola de diablo Ollanta, creo que mejor sería hacerles recordar lo que yo ya había escrito una vez: “¡Carajo!, cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y punto.” Además, otra cosa... ¿No decían acaso también que el señor ese grandazo bien papeado con cuerpo de ropero (alias ex Caballo loco) y que ahora gobierna el Perú, era corrupto y que por eso se esfumó varios años del país, ya que también lo maldecían y odiaban hasta la muerte? ¿O qué me dicen del jaranero y el super cholo duro, por no decir coca clorohidratado de Toledo que con la onda de su nepotismo y sus ayalleros se caga y se seguirá siempre cagando en la nota de todo el mundo?

Por eso, sí, por eso mismo, mis queridos conciudadanos tetelememes (Disculpen, es que no encuentro otra chapa más apropiada, ¿o prefieren que les diga mejor pan con huevo?), que mejor ya no lloren más (como siempre) por los resultados de esta primera vuelta que, ¡carajo!, ustedes mismos como votantes tienen también la culpa.

Y esto se los digo no solamente como peruano de corazón que soy, sino además con toda la honestidad de un apolítico que detesta la alharaca y este circo de payasos políticos: Desgraciadamente, con un pueblo como el nuestro, donde el analfabetismo y sobre todo la ignorancia es aún extremadamente elevada (Y ojo, esto no quiere decir de ninguna manera de que económicamente el país no haya prosperado y de que en la Gran Lima ahora hayan plantado muchos arbolitos y pasto por todas partes para que se vea más verde y bonita), este aguadito de pollo sazonado a lo Fuji... y preparado en Olla... de arcilla roja con harto ají, lo tendrán que comer probablemente durante un buen tiempo y aunque les arda también el cu... y les reviente la barriga a punta de flatulencias. Y así hasta los próximos cinco años, donde seguro se volverá a comer otro plato de porquería y ¡sabe Dios qué otra chanfaina!

Pero bueno, de todas maneras, salga quien salga ahora en la segunda vuelta o, de repente, uno nunca sabe, quizá pasen a una tercera, cuarta, quinta, sexta, o ya qué m... importa, recen mejor nomás cantando a partir de ahora siempre el Padre Nuestro, pero eso sí, al son del Himno Nacional, por supuesto.


Publicación Flujanz ; por © Frederic Luján Z.

Thursday, March 31, 2011

Tenía que hacerlo, era inevitable


Quién no ha tenido una vez problema con su vecino. La historia que les contaré ahora se trata de Felina, mi vecina que vivía en el último piso del edificio en donde yo vivo. Tenía que hacerlo, era inevitable. Ni me lamento no haber actuado como los demás: siempre odiándola, pero resignados, conformistas y sin hacer nunca nada. Porque cuando yo me decido a hacer algo, tengo que actuar, y me gusta hacer las cosas de una forma diferente, más exquisita, original. Mi padre me dijo un día: “Hijo mío, si sigues así, estoy seguro que un día tu originalidad te llevará a la fama” –él ya murió, y sigo aún sin entender a qué fama se había referido. Desde pequeño me gustaba enfrentarme a las circunstancias de manera planificada, analizando las causas de los problemas con sus respectivas consecuencias; proceder con recato, cautela, previniendo las acciones ha sido siempre mi divisa. Por ejemplo: a mis vecinos les aconsejaba siempre, en caso de que no les agradara una persona (como en este caso doña Felina), en vez de decirle palabras groseras, toscas, incultas, como: “vieja culona”, “vete a la mierda”, “hija de puta”, “muérete en la hoguera”, conviene ser más diplomático, condescendiente, comprensivo, morderse la lengua, tragar saliva, tener la paciencia de saber escuchar, sólo así estaríamos en condiciones de analizar mejor sus debilidades y terminar con éxito las cosas que nos hemos propuesto. Siempre he dicho que en un conflicto, atacar los elementos morales, intelectuales y circunstanciales, son más importantes que los físicos, ya que según mi hipótesis todo antagonismo, oposición o contrariedad, está basado en el engaño. Acuérdense siempre de este consejo: Ganará quien, debidamente preparado, espera que el enemigo no lo esté.

Como sabía que Felina era una mujer odiosa, desconsiderada y muy egoísta, dejaba a propósito que colgara en forma indiscriminada todos sus calzones tamaño super extra largos, sostenes cincuenta y cinco copa F, blusas floridas, faldas huachafas, camisones que parecían mantas, inmensas frazadas, y todo aquello que podría llamarse telas, ropajes, vestidos, indumentarias, en el tendedero de ropa en la azotea; y más bien procuraba dominar mi ira e indignación, satisfaciéndola en todo lo que ella quería, tratando de ser amable, conversando sobre temas que sólo le interesaban a ella.

Sabía también que eso de los gatos desesperaba a todo el mundo. A nadie le gustaba que esos felinos se pasearan siempre todos orondos por las escaleras del edificio, rondando por habitaciones ajenas, arañando las paredes, muebles, vinílicos, destrozando las macetas ornamentales; encima que la odiosa de Felina dejaba en cada piso y sin respetar el reglamento de la administración, un recipiente de plástico, amarrado con candado en la baranda de la escalera para que pudieran hacer sus necesidades. ¡Mierda! hasta ahora recuerdo ese olor penetrante a orín. Esparcían con sus pelajes, kilos de pelusas alérgicas por el ambiente, contaminando con micro organismos a todo el vecindario: de las quince familias que vivían en el edificio, más de la mitad tenían problemas respiratorios. Pero lo peor de todo era cuando uno caminaba por las áreas comunes del edificio, parecía un matadero, porque te tropezabas con restos de cabezas de aves, alas de loro, plumas de pajaritos, patas de ratas, cabezas de ratones, colas de lagartijas, y así, con una serie de extremidades desgarradas y en proceso de descomposición de animales que habían servido de merienda para esos gatos. Un día hasta encontré la cabeza de Pimbolo –el perico de la vecina que vivía en el quinto-, junto a la puerta de entrada de mi apartamento. Pobre mi vecina, hasta ahora le prende una velita con su foto en la cómoda del dormitorio. Felizmente ese día con las justas logré ahuyentar a ese gato sanguinario para que no se comiera el papagayo de don Remigio –el vecino que vivía un piso más abajo. ¡No, por favor, eso sí que no!... Yo tampoco lo toleraba, por eso tuve que recurrir a un artificio para librarnos de ese flagelo, llamado: Felina.

Felina era una sesentona infeliz, sin familia ni marido ni hijos ni nada. Vivía sola con sus tres gatos negros. Los trataba como si fueran sus propios hijos. No sé si será por la compañía de sus animales, el humor de su piel, gesticulaciones, fisonomía, pero a los vecinos les parecía que ella también tenía algo de gato. Cuando la veían pasar, la miraban con desprecio, profiriéndole indirectas, como: “Cuidado, que aquí hay gato encerrado” “Hasta los gatos quieren zapatos” “Venderá gato por liebre”, o frases como: “Gato con guantes no caza ratones” “Ésta se lava como gato” Y eso era verdad porque era alérgica al agua: la composición de sus sales minerales le producían irritaciones en la piel; se bañaba solamente con agua destilada y por gotitas. Habían días que apestaba peor que el orín de sus mascotas.


Un día, consecuente con mi estrategia y decidido hacer una evaluación preliminar, la vi subir por las escaleras al piso 11 (donde vivía ella), y le dije muy sorprendido, como para estimular su arrogancia:

“¡Doña Felina, qué bien se le ve! ¡Igualita a sus gatos!”

Y la muy estúpida que no había comprendido mi indirecta, hasta se alegró:

“Ay, gracias, usted es la primera persona que me lo dice... Verdad que son muy bellos, no”, miraba a sus gatos muy conmovida. “No entiendo por qué los demás odian tanto a mis gatos. ¡Vecinos mal nacidos, hijos de su madre!” Y paró de proferir para preguntarme: “¿No tendrá usted un poquito de pescado que le haya sobrado en su nevera?”

¿Pescado?... Veneno para ratas es lo que te debería dar. ¡Vieja gatuna! Cómo te atreves insultar así a mis vecinos, fue lo primero que pensé; y mientras se agachaba para acariciar a sus animales, le respondí manteniendo una cara de buena gente:

“Mi querida vecina, no hable pues así de los vecinos. ¿Por qué no...?”, quería proponerle algo, pero al ver su trasero de imponentes dimensiones se me había ido el habla por un momento (creo que ella también se había dado cuenta); mientras lo miraba sorprendido, seguía maldiciéndola en mi interior: Por qué no en vez de andar con gatos, deberías tener mejor un burro para que te destroce ese culo.

Ella, tratando de aclarar mi estado de confusión, me insinuó amarga:

“¿Y? ¿Qué pasa?... ¡Hable, hable, pues, y no me mire así! ¡Acaso no ha visto nunca a una mujer!...” Enderezó su amasado tronco, se acomodó la falda “Bueno, qué era lo quería decirme...”

“Caramba, nada más quería decirle que cuánto lo siento, me lo hubiera pedido mejor ayer que comí un lenguadito frito en mantequilla negra con su parihuela de cangrejos, de entrada.”

“Ah, bueno, entonces los soltaré en la noche para que se busquen algo de comer por allí.”

Tenía que proponerle algo, antes de que sus félidos volvieran hacer otro genocidio en el vecindario. Además, era la única manera de saber qué hacía, cómo vivía, el por qué de su actitud.

“Este, ¿por qué no mejor me invita un cafecito?”

Y extrañada por mi propuesta, me dijo poniendo cara de enemiga:

“Pero si yo ni lo conozco. ¡Qué tal insolencia, cómo se atreve!...”

¿No me conoces? ¿O por qué no mejor me dices que no te da la gana de hacerlo, vieja desgraciada?... Quince años viviendo en el mismo edificio y me dices qué no me conoces. ¡Esto es el colmo!, pensaba indignado; y le contesté mordiéndome los labios para evitar un abrupto:

“¿Qué es eso, doña Felina? ¿Cómo que no me conoce? Si ya llevamos viviendo muchos años juntos, perdón, quiero decir cerca, como vecinos en el mismo edificio, ¿o no? Es que como sé que le agradan los gatos, me gustaría complacerla con algo especial, ¿me entiende? Es que son tan lindos, preciosos, MIAU, MIAU”, imitaba la voz de sus animales, les hacía cosquilla en el cuello; y ellos, o mejor dicho bestias, se aprovechaban de ese momento de confraternidad para arañarme los zapatos nuevos de gamuza y deshilachar los pasadores.

“Bueno, está bien, eso siempre y cuando usted me traiga también el pescado que le pedí, ¿de acuerdo?”

“De acuerdo, lo que usted mande, doña Felina. Comerán el mejor del mundo, palabra de hombre. Pero... ¿le podría pedir un último favor?”

“¡Qué cosa quiere ahora! No ve acaso que estoy apurada, tengo que acicalar a mis gatitos”, contestó cortante.

“Este, ¿por qué no mejor me tutea? Llámeme Flujanz, a secas, ¿le parece bien?...”, le insinué como para ablandarla un poco.

“¿Flujanz?... ¿Ha dicho usted, Flujanz?”

“Sí, ¿qué tiene?”

“¡JA-JA-JA!…”, soltó una carcajada estruendosa; hasta el vecino que vivía al lado, entreabrió su puerta para ver quién era que se reía de esa manera tan vulgar. Repetía mi nombre, burlonamente: “Flujanz, Flujanz ... ¡JA-JA-JA!”

Me sentía tan humillado que me provocaba cachetearla. ¡La puta qué te parió! Nadie se ha burlado de mí de esa manera, qué se ha creído esta loca, le maldecía en mi interior.

Ella seguía desairándome.

“¡JA-JA-JA! ¡Flujanz, Flujanz!... Imagínese, qué tal coincidencia: ¿Sabía que el mayor de mis gatos también se llama así? ¡JA-JA-JA!” Toda su masa corporal adiposa convulsionaba de tanto que se reía.

Yo trataba más bien de ignorarla y me dominaba, concentrándome sólo en mi estrategia: Flujanz, no le hagas caso, tienes que sacar provecho de lo que ella aprecia, sólo así se someterá a tus dominios, y le dije, devolviéndole una sonrisa:

“Je, je, qué bien, así que ahora somos dos, eh. Cómo es la vida, no, doña Felina: Yo, llamándome igual que su gato. Qué gracioso, je, je... Será entonces un buen motivo para que me deje también pasar a su casa...”

Se puso de nuevo seria.

“Bueno, por ésta vez nomás, porque a parte de mis gatos no me gusta que nadie más entre a mi casa, sobre todo alguien del vecindario.” Acariciaba a su Flujanz que le ronroneaba y lamía la pierna. “Pero con una sola condición: a usted lo llamaré Luján, sin “F” ni “z” y con acento en la “a”, está claro. Porque para mí sólo hay uno y ese es mi Flujanz lindo, precioso, Cuchicuchi...”, mimaba a su gato como si fuera su hijo.

“Pues como usted quiera, vieja de..., perdón, quiero decir, doña Felina. Usted disculpe, es que estaba pensando en mi madrecita que en paz descanse, siempre pienso en ella... Je, je, je” No se me había ocurrido decirle otra cosa.

“Ya, ya, un poco más de respeto, por favor, sí. Y ahora agáchese y dele también un besito a su tocayo en la ñata.”

Por supuesto que el gato aprovechó de la situación para engramparme sus filudos colmillos en la nariz y de refilón arañarme la cara: hasta ahora se me ven las cicatrices de dos perforaciones en el tabique y un corte de cinco centímetro en la mejilla derecha.


Era una mujer poca apreciada en el vecindario. Aquino, que vivía frente a mi apartamento, qué cosa no había hecho para que Felina se mudara a otro lugar y dejara tranquilo a su familia: tenía una hija asmática que sufría mucho por las pelusas que dejaban esos malditos. Don Remigio, el pobre viejo que vivía en el cuarto piso, ya no podía más con sus nervios. Su papagayo también de puro pavor casi ni comía. Hasta había amenazado a Felina con matarla a cuchillazos, si no encerraba de una vez a esos felinos en una jaula.


Firme con mis planes, esa misma tarde compré una lata de atún doble del más apestoso –había dejado especialmente el envase en la terraza dos horas, para que se abrasara con el sol de febrero y tuviera un olor más penetrante (sabía que eso les gustaba a los gatos) Ese día, Felina me había invitado solamente una tasa de café (por supuesto que con más agua que café), sin pastel, ni galletas ni nada: según ella, el aroma del café ponía muy nervioso a sus animales y después tendrían dificultades para dormir durante el día.

Me comentaba orgullosa todo lo que hacía con ellos:

“Ay, Luján, qué animales para más tiernos. ¿Sabías que son muy buenos cazadores? Tu tocayo, por ejemplo, se ha especializado en aves, él es muy bueno, siempre piensa en mí, ¿y sabes por qué?...”

“No, doña Felina, por qué....”

“Porque después de comérselas, me trae sus cabecitas para mi caldito. Dime si no es primoroso.”

A mí se me venían arcadas, no podía creer lo que me estaba contando.

“¿Y, qué más?... continúe, continúe...” Por más que ya no aguantaba, pero igual, tenía que seguir alentándola para que continuara.

“Y después de chupar los restos de sus pequeños sesos, las bolitas de sus ojitos, el pellejito de la cresta, sus deliciosas lengüitas elásticas, guardo todos sus cráneos en una bolsa como trofeo. ¿Quieres verlos?...”

Entusiasmadísima y antes que yo le dijera que por supuesto no gracias, de un solo salto despegó su impresionante trasero del asiento y trajo de su dormitorio una bolsa llena de pequeños cráneos pelados: se trataban ni más ni menos de todos los pericos, loros, canarios, jilgueros de los vecinos.

“Mira, éste cabezoncito, por ejemplo...”, me mostraba contenta los restos de su esqueleto “Me parece que es de Pimbolo, el perico de la vecina del quinto, ¿lo recuerdas?”, todavía me preguntaba cínicamente. “Cómo odiaba a ese maldito parlanchín, me cantaba siempre: ¡Rico-Rico! ¡Bruja-Bruja!, y cosas así. Ay, menos mal que ha terminado en mi caldo, y gracias a mi Flujancito, mi gatito precioso.” El gato se dejaba acariciar, ronroneaba feliz y engreído, poniendo dura su larga cola.

“¡Pero, doña Felina, cómo hace usted eso! Comerse los animales de los vecinos, usted no es ningún gato. Acaso no le da pena, la pobre vecina hasta ahora le prende velas a su perico.”

“Bien hecho, porque también trataba muy mal a mis gatos. Eso sí, y por favor que esto quede entre nosotros nomás...”, me decía, humedeciéndome la oreja, porque escupía cuando hablaba “Si por casualidad le sucediera algo a mis animalitos, le juro que ya no me verían nunca pero nunca más, porque me iría de aquí para siempre, y ustedes se llenarían de ratas, ratones, lagartijas, gusanos, cucarachas y arañas, por todas partes.”

Sus ojos comenzaban a humedecerse, sus manos temblaban y el timbre de su voz vibraba.

“Doña Felina, ¿qué le pasa? ¿le aturde algo?... Cuénteme todo, acuérdese que no soy como los otros, a lo mejor también le puedo ayudar.”

“Gracias, Luján, gracias, al decir verdad, ya no se encuentran vecinos tan comprensivos como tú. Porque como te decía, por mis gatitos daría hasta la vida. Te tengo que confesar algo: ¿Sabías que el espíritu de Cacao me persigue hace días, sueño con él?... ¡Sé que está aquí, está aquí, está aquí! ¡Lo puedo ver clarito, me persigue, tengo siempre pesadilla, muchas pesadillas!” De pronto estalló en un llanto descontrolado.

Ajá, ya vamos entendiéndonos mejor, así que aparte de comeaves, encima eres supersticiosa, pensaba, y le pregunté: “¿No le entiendo, doña Felina? ¿Pero de qué pesadilla me habla, y quién es Cacao?”

“Sí, porque estoy seguro que es él ... ¡CACAO, CACAO!”, repetía el nombre con miedo, gritando “Me despierto a media noche, muy atemorizada, busco a Flujanz, Ulises y Cachimbo, y me acurruco con ellos hasta la madrugada, ¡es horrible!”

“¿Pero por qué, cuénteme, cuénteme?”

“Está bien, te lo contaré...” Inhaló aire, sacó su pañuelo, se secó las lágrimas y se sonó luego la nariz, produciendo un sonido desagradable. “Fue horrible: En mi sueño vi cómo él agarró a mis gatos, les desgarró los pelajes y con la dermis sangrante, al rojo vivo, los colgó boca abajo, en el tendedero de la azotea, haciéndoles un nudo con la cola. Cachimbo todavía se movía, botaba un hilo de saliva densa mezclada con sangre por la boca. Los otros ya no respiraban, se habían muerto. Sus ojos por la presión de la sangre coagulada se habían desprendido de sus cavidades; en sus caras se reflejaban todavía los gestos de desesperación y agonía. ¡Horrible, horrible! Felizmente que al despertarme me había dado cuenta que había sido mas que una terrible pesadilla y que Flujanz, Ulises y Cachimbo se encontraban junto a mí, vivos y ronroneando. ¡Ay, Virgen de las Alturas! qué alivio había sentido, lloré de pura alegría. Y así son casi todas las noches, te juro que ya no sé qué hacer.”

Caramba, qué alucinación para más macabra, creo que ésta lo que necesita es un siquiatra, pensaba, arrugando la frente.

Llevaba puesto un collar exótico que lo tocaba persistentemente con las manos; parecía de un animal roedor: con patas largas y de uñas afiladas.

“¿Doña Felina, qué cosas tiene colgado allí y por qué lo toca de esa manera?”, pregunté con curiosidad.

“Es mi amuleto”, contestó, lo frotaba y frotaba con los dedos “Me protege contra el espectro diabólico de ese Cacao, igual que mis tres gatos.”

“¿Qué raro, pero si parecen patas de rata?”

“Así es, has adivinado muy bien: se tratan de las ratas que Cachimbo caza en el sótano. A veces se escabulle entre las tuberías de desagüe y me trae unas más grandes. En cambio, Ulises y Flujanz son más flojos, cazan sólo ratones, pero igual las diseco todas para luego colgármelas. ¿Te gustan?...” Mostraba su collar orgullosa.

“Pero, doña Felina, si se ven horribles.” Inmediatamente se me vino a la memoria que también había visto como una docena de patas, muy parecidas a las del collar, tiradas en el quinto piso –recuerdo que hasta habían causado una gran consternación entre los vecinos-, y reflexioné: Mejor no le diré nada a don Remigio porque a lo mejor le da un infarto.¡Vieja sacrílega, fetiche!

Seguía contándome su historia:

“Mis padres tenían una hacienda en la ceja de selva, por Madre de Dios: sembrábamos yuca, mucha yuca, los primeros de la zona, y Cacao, ese negro feo, pervertido, trabajaba como peón. Me afanaba siempre, persiguiéndome entre los matorrales, se bajaba el cierre y me enseñaba su tremenda cosota. Era horrorosa, grande y gruesa, parecía una Anaconda. Y yo no quería y le decía que mejor escondiera ese animal, perdón, quiero decir cosa... ¿Usted ya me comprende, no? Felizmente como era peón, me obedecía retirándose a escondidas entre la espesura verde de los árboles. ¡Imagínese!, todavía me decía el muy insolente: “Te quiero, te necesito, patroncita mía.” Hasta que un día no aguantó más y quería violarme con toda su cosota salida, me decía: “Discúlpame Felina mía, es que hoy te deseo más que nunca.” Me tumbó al suelo húmedo y justo cuando estaba por romperme la virginidad por atrás –que a Dios gracias hasta hoy la conservo intacta-, le atacó una pantera negra por la retaguardia. Era rarísima: sus patas eran inmensas y grises, igual que las de una rata, sólo que más grandes, grandísimas. Fue un cuadro espeluznante. Pero me salvó de ser violada. ¡Ay, hasta hoy día la venero, es mi Ángel de la Guarda!” Temblaba toda traumatizada. Abrazó instintivamente a sus tres gatos que todavía lamían lo que quedaba de la lata de atún.

“¡Caramba, caramba, tranquilícese!... Si quiere, doña Felina, continuamos otro día, sí”, le dije como para calmarla un poco.

“¡No, Luján, no!... Botaré el trauma de una vez, de repente así me libero de él para siempre.” No soltaba a sus gatos por nada. “Como te seguía diciendo, vi como Cacao, y a pesar de estar moribundo y con la lengua afuera y los colmillos de la pantera engrampados en su cuello, chisgueteando sangre por la aorta, se reía amenazante, balbuciéndome: "JE-JE-JE... Yo sé que dejaré de existir, pero mi espíritu enamorado se reencarnará y te perseguirá siempre... JE-JE-JE" Mientras el animal se lo llevaba arrastrando por los matorrales, con la cabeza casi cercenada, yo todavía escuchaba el eco de su risa diabólica que retumbaba entre los caobos: JE-JE-JE!, y otra vez ¡JE- JE-JE!

Ahí está pues la razón de su actitud, por fin la descubrí..., hilvanaba mis primeras conclusiones, Qué bien, ahora se me va aclarando un poco más el panorama, sin embargo, continuaré preguntando con precaución, y le dije:

“Doña Felina, de repente por eso es que cuida a sus tres gatos negros con tanta devoción, ¿no es así?”

“Efectivamente, es usted un buen analista, sabe deducir muy bien las situaciones, eh”

Vaya, por fin me dice esta vieja loca algo halagador, pensé, y le dije: “Gracias, gracias, es que lo llevo en la sangre.”

Y continuó diciendo, enseñándome las patas de su collar:

“Estas patas no serán tan grandes como las de la pantera, pero al menos me neutraliza las malas energías de su espíritu.”

“Es increíble, es usted una mujer muy valiente, comprendo, comprendo... ¿Y dígame, qué va hacer ahora?”, le pregunté, y conjeturaba dentro de mí: Si me responde lo que yo supongo, estaría tocando su punto débil y así tendría un terreno más accesible para atacar.

“Nada. Más que esperar a que ojalá un día desaparezca Cacao de mi vida para siempre.” Y comenzó a observarme, dudosamente: “Hmm, tampoco me extrañaría que su espíritu se haya reencarnado en cada uno de ustedes. Sí... así es, porque todos son iguales, unos vecinos endemoniados. ¡Cómo los odio, los odio! Ya es hora que visite a la Mama, mi santera, para que los exorcice de una vez, hincándoles alfileres y rociándoles con el orín de mis gatos en sus cuerpos. ¡Ay, que Macumba me proteja de los espíritus malignos!... ¡SÁLVAME, SÁLVAME POR FAVOR, QUE YA NO CONFÍO EN NADIE!”, lloraba chillando como árabe en un velorio; se golpeaba el pecho con los puños cerrados, escupió en las palmas de sus manos y las frotó en su cara.

Qué bien, así me gusta que reaccione: que los elementos emocionales se mezclen con los circunstanciales. ¡Magnífico! Ahora tengo casi todos los componentes a favor mío: mantenerla bajo tensión y desgastarla ha sido mi mejor táctica. Pues ahora la confundiré más para enfurecerla, así terminará exhausta y en peores condiciones, pensaba sólo en mi estrategia, y le mentí:

“Qué cosas dice, doña Felina, cálmese por favor que yo sí la quiero y acepto tal como es. Es más, hasta creo que le doy la razón. Mire, el otro día nomás, mirándome en el espejo, me pareció ver también la imagen de un hombre negro muy feo: tenía la nariz aplastada y sangraba mucho por la boca. ¿Qué coincidencia, no?... Ahora que escucho sus confesiones, pues creo que se trata del mismo Cacao ese. Doña Felina, créame, no es mi deseo aturdirla, pero imagínese: ¿Y si efectivamente él se ha reencarnado en mí persona? ¡Qué pasaría, qué haríamos!... Ah, no, esta situación a mí también ya me da miedo.”

Ella ajustaba fuerte su collar con las manos, abrazó sus tres panteras miniaturizadas y totalmente ofuscada, confundida, comenzó a gritarme:

“¡LÁRGUESE, LÁRGUESE DE AQUÍ, QUÉ NO LO QUIERO VER MÁS!...” Totalmente aturdida, me escupía y me arañaba la cara con las patas de rata de su collar; los gatos se encorvaban, erizaban sus pelos, enseñándome sus afilados colmillos: “¡FUERA, FUERA!... ¡Es usted un soplón, sí, eso es, un soplón comandado por Cacao!... ¡FUERA, FUERA!”, y me retiré antes que verdaderamente me hiciera más daño.


Pasaron unos días, era sábado y para mí un día clave, dado que Felina acostumbraba a colgar también siempre su ropa en la azotea. Yo iba a dar un paseo, pues el día era propicio, un cielo azul con un sol radiante, y la encontré afuera con sus maletas, se le veía apenada, como resignada y con los ojos inyectados de llanto, y le dije fingiendo como para que no sospechara lo que en verdad yo ya sabía:

“Doña Felina, ¡qué ha pasado, a dónde se va!... ¿Y sus mascotitas, cómo están?”

“¡Mal, muy mal! Me voy de aquí para siempre, alguien despellejó a mis tres gatos y los colgó en el tendedero de la azotea.”



Publicación Flujanz

Por © Frederic Luján Z.

Tuesday, March 01, 2011

¡Caramba,cómo salgo ahora de este laberinto!





Flujanz, mientras se afeita -como todos los días-, se mira en el espejo y descubre, o mejor dicho se descubre que en realidad es diferente, tan diferente, que hasta nace también un interesante diálogo.


Flujanz: “¡Imposible! ... No creo que esa nariz sea mía.”


El otro: “Cómo que no. Obsérvate más de cerca: toda larga y desproporcionada, que pareces hasta un oso hormiguero. ¿O es que ya te has olvidado como te gusta meter siempre ese hocico en donde no debes?”


Flujanz: “Este, bueno, tienes razón, es que desde chico he sido siempre curioso. Pero eso ya ha cambiado, hoy, digamos que soy felizmente algo más selectivo, perdón, quiero decir cuidadoso.”


El otro: “¿Selectivo? ¿Cuidadoso? ... ¡Sonseras! Tú hueles y olerás siempre tantas cosas, que seguro por eso sufres también de sinusitis crónica.”


Flujanz: “Oye, verdad, tienes razón, por eso que también desde niño sufría siempre de esas congestiones en las vías respiratorias.”


El otro: “¿Congestiones?... Ja, ja, ja. Yo me río. Pero si a ti se te atora siempre todo y no solamente en la nariz. Ya, ya, pero mejor no la hagamos más larga, que eso ya es otro tema y mira ahora mejor más en tus ojos, que es lo que en verdad me interesa.”


Flujanz: “Sí, ¿qué tienen?... Pero si los veo igual que siempre. Ah, sí, perdón, salvo estas cuantas arrugas de patitas de gallo que me han salido aquí en los costados; y bueno, mis cejas que también en estos últimos años se han vuelto, digamos que, un poco más frondosas, eso es todo.”


El otro: “Por favor, ¿por qué no prestas mejor un poco más de atención, sí? Esas arrugas que tienes no me interesan, las tienen también todo el mundo a tu edad. Es curioso, sólo cuando se trata de ver otras cosas o a otros, ahí sí que te fijas hasta en los más mínimos detalles, ¿verdad? Conmigo, ya te advierto, o te miras de una vez bien en los ojos, o hago que esa narizota tuya se vea igual que la trompa de un elefante africano, ¿me entiendes?”


Flujanz: “Ya, ya, está bien, cálmate que no es para tanto, sí. Ahora que me dices eso, me parece que veo también mis ojos algo asimétricos, como irregulares, o sea, quiero decir, uno más arriba que el otro; sobre todo el izquierdo, como que se ha achicado también un poco. ¡Mamá, por favor!, tú que ya estás en el cielo, ya sabes, cuando te visite allá arriba espero que también me des una explicación sobre esta anomalía, ¿de acuerdo? ¿Y? ... ¿contento ahora?”


El otro: “No. Y deja mejor a tu madre tranquila, que ella tampoco tiene la culpa. Mira, eso de que tienes un ojo más chico que el otro, se debe a lo mejor porque les guiñas siempre a todas las mujeres, so pedazo de faldero. No, en serio, como presumido y vanidoso que eres, eso que te parece que un ojo lo tienes más arriba que el otro, se debe por un efecto óptico y nada más. Como, por ejemplo, cuando levantas - y sólo para hacerte también el interesante- esa peluda ceja derecha que más parece una brocha, visualmente te da la impresión como si se redujera también de tamaño un poco tu ojo izquierdo, eso es todo. Pero, bueno, mejor no nos distraigamos más y dime, ¿qué más puedes ver ahora en tus ojos?”


Flujanz: “Qué curioso, ahora son más bien mis pupilas que me parecen grandes, grandísimas, como dilatadas. Hasta puedo ver también perfectamente lo que hay adentro.”


El otro: “¿Así?... ¿y qué ves adentro?”


Flujanz: “Un hueco, sí, eso es, un hueco negro que se mezcla con el color verde grisáceo jaspeado con amarillo pato, casi turbio, de mis iris. Es algo difícil de definir, ya que los colores se mezclan de tal manera hasta formar una pequeña masa en forma de bola que rueda y rueda lentamente por un angosto y elástico conducto hacia mi cerebro. Ah, sí, y otra cosa: veo también imágenes, muchas imágenes que se adhieren a esa masa pegajosa, pero distorsionadas y de cabeza; además...”


El otro: “Basta, ya no sigas. Eso ya es suficiente. Te explico: no es que quiera hacerte ahora una craneometría, frenología, fisiognomía, ni menos una metospocopía –no tendría tampoco ningún sentido, ya que igual no te daría la gana de entender-, lo que pasa, y aquí viene lo interesante, que tú por fin estás aprendiendo a verte con tus propios ojos, eso es todo.”


Flujanz: “Ah, ya, muy interesante... ¿Y tú quién eres?¿El padre del psicoanálisis, de la morfopsicología o qué?... Mira, hermanito, hagamos mejor una cosa: Aunque me vea ahora así deforme, ¿por qué no me dejas mejor en paz, sí? Que si quieres, también me pego un buen tiro de cloro, y ahí si que no solamente vería huecos con bolas como ahora, sino que además me transportaría a otras cavidades mucho más profundas. Es más, hermanito, creo que me estás tomando también de pelotudo, no. Con estos únicos ojitos que tengo, veo y veré siempre todo lo que a mí me dé sólo la santa gana, ¿entiendes?”


El otro: “Tú mismo lo has dicho, y a eso justamente quería llegar. Tú en verdad no ves nada, absolutamente nada, ni tampoco en tu puta vida lo has hecho. ¿Y sabes por qué?... Porque tus ojos son como un par de tumores coloreados que opacan en verdad la verdadera luz de tu interior. Por eso, sí, por eso que ves también esas imágenes deformes y de cabeza que se van adhiriendo igual que una bola viscosa que rueda hacia tu cerebro. Además, es mejor que me hables bonito y en otro tono, so pedazo de creído, ya que te estás dirigiendo también a ti mismo.”


Flujanz: “Está bien, tienes razón, me tranquilizaré entonces un poco. Mira, ahora que veo más de cerca de nuevo estos ojitos míos, me da la impresión como si en cada imagen esa que se incrusta en esa bola, me viera también yo mismo. ¡Increíble! Son como figuras superpuestas, como de collage, este, quiero decir, a veces de payaso, soldado, emperador, fisioculturistas musculosos, de Domina con piernas de avestruz, de gallo, león; también a mujeres de todo tipo desnudas, y hasta en cosas inertes como libros, muchos libros, un Maceratti descapotable rojo, dinero, un palacio, trajes finísimos, y cosas por el estilo.”


El otro: “Perfecto, creo que ahora sí vamos entendiéndonos. Por fin has dado también con el objeto de mi análisis, este, perdón, quiero decir, tu examen. Si quieres, te explico el fenómeno de esta otra manera: en tu vida, tus ojos han visto y ven tantas cosas que sólo a ti te provocan ver, hacer, o disfrutar, que ahora, por esa casi enfermiza obsesión de querer ser siempre lo que en realidad no eres ni nunca lo vas a ser, el eje óptico tuyo como que proyecta ahora sólo figuras desgastadas y tan cerca al punto ciego, que ahora más bien te parecen como una bola que rueda y rueda sin sentido hasta atorarse ahí, en algún sitio de tu cerebro y sin poder deshacerse.”


Flujanz: “¡Hmm, interesante! O sea que ahora encima me insinúas que debería verme mejor como esa masa boluda pegajosa rodante que se estrella siempre en mi cerebro y nada más. ¿Es acaso así? ... O, aunque, bueno, ¿a lo mejor tienes razón? Pero igual, todo esto ahora me confunde, me confunde mucho, ya que mientras más me miro en el espejo, me doy cuenta que también soy diferente, este, o sea, quiero decir desigual o, mejor no, el que siempre he sido o no he sido o dejaré de ser, jugar, actuar, comportarme o, ya está, eso es: admitirme, simplemente admitirme, ¿o es que se dice acaso aceptarme?... ¡Caramba, cómo salgo ahora de este laberinto!”


El otro: “Mira, Flujanz, mejor ya no te esfuerces más y terminemos esto mejor aquí, sí. Que, por lo distraído que eres siempre, ahora te has cortado encima la barbilla con la hoja esa de afeitar. Yo creo, y esto te lo digo también muy en serio: esas visiones que tienes ahora, seguro que cambiarán también mañana, cuando te afeites y te mires de nuevo en el espejo, pero ojalá esta vez con otros ojos, ¿de acuerdo?”



Publicación Flujanz
Por © Frederic Luján Z.

Monday, January 31, 2011

Mis ochenta preguntas reflexivas


Pobreza, riqueza, ética, responsabilidad, paz, conflictos, guerras, libertad, dominio, energía, ecología, cultura, comunicación, ciencia, tecnología y perspectivas personales, todos son temas que siempre me han interesado, pero que por desgracia nunca los he comprendido. Y por más que me documente o me entere todos los días sobre ellos en los libros y en los medios de comunicación, les aseguro que me considero cada vez más un perfecto imbécil. Sí, eso es, un perfecto y único imbécil (aunque, preferiría mejor emplear la caracterización de perturbado mental) que se avienta solo contra la corriente, escribiendo ficciones y masturbándose siempre con sus esperpentos literarios. Sí, así es, por eso que ya hace rato que he perdido también la esperanza de que un día este mundo se mejore y todo marche más en paz y armonía, como uno siempre lo desea.


Por otro lado, creo que es una gran suerte que todavía goce de cierta libertad para decir o escribir algunas cosas, este, quiero decir mejor por ahora y no me controlen también un día la información como a Julian Assange de WikiLeaks, o me metan palo con calabozo, igual que al recién coronado Nobel de la Paz chino, Liu Xiaobo. Y bueno, qué más les puedo decir, quizás todo este estado de ansiedad situacional paranoico mío (o, si quieren, llámenlo pajazo mental), se deba también a mi pobre, pobrísima capacidad de adecuarme a los demás. Aunque, pensándolo bien, me inclinaría más a esa ferviente devoción mía de no conformarme nunca con todos esos problemas del mundo y que, no sé, quizás por miedo, comodidad u oportunismo, preferimos mejor quedarnos callados todos.


Ah, sí, y otra cosa, desde que escribo mis artículos (no quiero decir que para unos interesantes –creo que pecaría de exagerado- pero sí comprometedores, y para otros, vale decir la mayoría, más bien escandaloso) en mi Blog / Flujanz, y encerrarme desde hace un tiempo en mi cuarto como autista para intentar parir más adelante otra de esas criaturas literarias mías llamadas, novela, ¡carambas!... no sé por qué se me hace siempre tan difícil encontrar las respuestas adecuadas a una serie de preguntas que me acechan siempre los pensamientos, como si me persiguiera una enfermiza obsesión, un síndrome, o yo qué sé. O, no sé, tal vez sea por ese desbordado espíritu perfeccionista mío con complejo de querer aclarar a todos siempre las cosas, que me conduce perpetuamente a buscar una explicación a toda esa mezcolanza de temas ya arriba mencionados y que, aunque no quieran aceptarlo, nos afecta también directa o indirectamente a todos.


Por eso, sí, por eso mismo, mis queridos lectores y aún fieles seguidores de Flujanz y de todas mis otras bazofias, y ya que hasta ahora he sido incapaz de obtener también un hilo sensato de explicación a todo ese revoltijo de asuntos que me perforan siempre la cabeza, que me atrevería a pactar de corazón con ustedes para que no sean solamente mis lectores, sino, además, cómplices en esta apasionada búsqueda hacia una definición adecuada y sincera, respondiendo en silencio y sólo para ustedes también esta batería de ochenta preguntas (o si quieren, pónganle el sello de reflexivas), y que yo mismo he ido registrando concienzudamente en mi fichero de apuntes personales.

Sobre paz, conflictos y guerras...

1- ¿Qué relación tiene la política con la violencia?
2- ¿Es acaso más peligrosa una bomba atómica fabricada en Irán, que una hecha por los americanos, israelitas o franceses?
3- ¿Por qué hasta ahora no hay paz en el Medio Oriente?
4- ¿Por qué es que, cuando una de las potencias mundiales aplica su violencia, se le llama “autodefensa”, en cambio, si eso mismo lo hiciera un débil, pues entonces se le llamaría simplemente “terrorismo”?
5- ¿Quiénes son los que en verdad se benefician del terrorismo?
6- ¿Estados Unidos, en vez de destinar anualmente un presupuesto de más de un billón de dólares sólo para armamentos, por qué no invierte esa misma suma mejor en otras cosas?
7- ¿Cómo se podría dar punto final a la criminalidad y corrupción bancaria?
8- ¿Es posible que exista otra versión más moderna sobre el colonialismo?
9- ¿Cómo se podría neutralizar la violencia, rabia y odio?
10- ¿Entre resistencia pacífica o guerra armada, hacia dónde en realidad nos movemos?

Sobre pobreza y riqueza...

11- ¿Son los mercados acaso más poderosos que los gobiernos?
12- ¿Si orientamos –y tal como, al parecer, ya lo es- todas nuestras acciones en función solamente a la economía globalizada, qué es lo que entonces valdría más la pena: seguir apoyando la democracia o consolidar más una dictadura?
13- ¿Si sabemos que la producción de alimentos en el mundo debería en verdad alcanzar para todos, por qué es que entonces la mayoría todavía se muere de hambre?
14- ¿Por qué todavía se sigue discriminando a la mujer?
15- ¿Es acaso tan difícil estructurar un sistema económico que no entre siempre en conflicto con los derechos humanos, ni con los animales, ni el planeta en general?
16- ¿Si sabemos, según la teoría de Charles Darwin, que la vida del hombre evolucionó primero en el África, por qué es que entonces los países africanos aún siguen siendo mucho menos desarrollados que los de occidente?
17- ¿Son acaso los países del occidente ricos porque los del tercer mundo son pobres?
18- ¿Es nuestro sistema económico quizá corrupto?
19- ¿Cuál sería el mejor camino para ayudar a los países subdesarrollados: la micro o macro financiación?
20- ¿Cómo así se jactan siempre las potencias del occidente de invertir mejor en otros países ya que su propia producción es muy cara, y pregonan a su vez con miedo siempre el rápido avance industrial en China, como si se tratara de una amenaza?
21- ¿Será posible que un día el capitalismo entre en desuso?

Sobre ética y responsabilidad...

22- ¿Es por su egoísmo que fracasa acaso también el hombre?
23- ¿Nosotros, como humanos, qué responsabilidad asumimos frente al SIDA en África?
24- ¿Es la educación para nuestros hijos siempre lo mejor?
25- ¿ Asumen, hoy en día, las empresas también una responsabilidad social?
26- ¿Cómo así se pretende que una sociedad sea equilibrada y armónica, si vemos que en los puestos importantes aún se subestiman los valores de la mujer?
27- ¿Será acaso posible hacer prevalecer los derechos universales humanos, respetando también los valores tradicionales y religiosos de cada uno?
28- ¿Por qué la vida de unos tiene más valor que la de otros?
29- ¿Si de pronto eliminásemos todas las drogas en el mundo, se erradicarían acaso también muchos padecimientos?
30- ¿Cuándo o en qué circunstancia sería justo y necesario quebrantar una ley?

Sobre libertad y dominio...


31- ¿Es el camino hacia la democracia siempre el mejor?
32- ¿ La libertad, en el buen sentido de la palabra, depende acaso en qué parte del mundo uno viva o provenga?
33- ¿Por qué no podemos elegir el lugar dónde en verdad desearíamos vivir?
34- ¿Sólo como para asegurar también el bien común, qué porción de mi libertad personal y responsabilidad social estaría dispuesto a dar?
35- ¿Cómo se vería o sería hoy en verdad el mundo, si es que el americano no hubiera traído nunca para sus tierras a los africanos como esclavos?
36- ¿Sólo en pro de nuestra propia seguridad, cuánto de nuestra libertad estaríamos dispuestos siempre a sacrificar?
37- ¿En qué medida necesitamos de los organismos internacionales para que nos resuelvan siempre nuestros propios problemas regionales-domésticos?
38- ¿Qué sentido tiene “el Derecho Internacional” si vemos que sus mecanismos y reglas nunca prevalecen?
39- ¿Qué significa en verdad ser valiente?
40- ¿Acaso podría ser posible que la mayoría de los países de este planeta también subsistan sin la tutela ni la influencia siempre de los Estados Unidos?
41- ¿Cómo se pretende ser un ciudadano decente y honrado, si vemos que son siempre sus mismos gobernantes que se rigen para satisfacer solamente sus propios intereses?

Sobre energía y ecología...

42- ¿Qué tan observadores somos en realidad nosotros, los humanos, como para reconocer que también formamos parte de la naturaleza?
43- ¿Qué puedo hacer yo mismo y para los demás, como para contribuir a disminuir en algo las catástrofes naturales?
44- ¿Existe, por si acaso, un límite de valor ecológico que esté también en función al crecimiento de la economía?
45- ¿Qué pasaría si cada ciudadano chino quisiera un auto o, peor aún, si es que lo tuviera?
46- ¿Quiénes son en verdad los que administran los recursos que nos da siempre la tierra?
47- ¿Por qué la mayoría de alimentos son de tan mala calidad?
48- ¿Por qué en todas partes es más fácil tomar una “Coca Cola” en lata que beber agua fresca de un caño?
49- ¿Será acaso tan difícil que todos tengan el derecho de tomar agua potable sin que haya también conflictos?
50- ¿De qué medidas de emergencia y prevención mundial en verdad hablamos siempre, si vemos que seguimos consumiendo esas exorbitantes cantidades de petróleo, destruimos nuestra fauna y flora, inducimos los drásticos cambios climáticos, y, peor aún, contribuimos a que la pobreza y enfermedades en el mundo aumente también cada día más?
51- ¿Cómo me imagino la ciudad del futuro?

Sobre cultura y comunicación...

52- ¿Ocultamos, por si acaso, una historia importante que aún a nadie se la hemos contado?
53- ¿Los medios de comunicación sirven para que mejoremos o se trata más bien de un problema?
54- ¿Cómo así podemos establecer mejor los hechos y realidades, si ambos, hoy en día, también se pueden fabricar?
55- ¿Por qué creemos más en la “nacionalidad” que en la misma “humanidad”?
56- ¿Por qué no se le nombra al afro-americano simplemente “Americano”, o es que al hombre se les debería definir sólo por su color y raza?
57- ¿Qué podríamos aprender de África?
58- ¿Si sabemos que la televisión es un medio de gran influencia, por qué entonces la utilizamos sólo para ver cosas no relevante y de muy bajo contenido formativo?
59- ¿Qué mitos deberíamos crear para que todos percibamos un Mundo diferente, mejor?
60- ¿En este pleno siglo veintiuno, será acaso posible vivir todavía como nativos?

Sobre ciencia y tecnología...

61- ¿Cómo podría contribuir el Internet y la computadora mejor en el desarrollo social y económico de las comunidades pobres?
62- ¿Desde que usamos el Internet en casa, nos sentimos también más controlados y acobardados que antes?
63- ¿De qué modo nos beneficiaría en verdad una nueva tecnología que nos traería a corto plazo muchas víctimas pero que, en cambio, en un periodo más largo nos otorgaría a su vez un gran avance para la humanidad?
64- ¿Qué tipo de estudios de Ingeniería genética estaríamos dispuestos a aprobar, si es que sabemos de que se tratan para corregir también algunas fallas e imperfecciones de nuestro cuerpo?
65- ¿Es posible domesticar al hombre solamente con la tecnología?
66- ¿Qué objetiva es en verdad la ciencia?
67- ¿Por qué no derogamos mejor todos los derechos de autor y de patentes que existen en el mundo, y así fomentaríamos sin restricciones la libre creatividad e innovación para todos?
68- ¿Qué pasaría si un día efectivamente la computadora reemplace por completo el cerebro del hombre?
69- ¿Cómo sería en verdad hoy la humanidad, si en estos últimos cincuenta años de boom tecnológico el hombre no hubiera utilizado mayormente ese avance sólo a favor de sus propios intereses militares y económicos?
70- ¿Por qué, para la mayoría, el factor tiempo significa sólo estrés?

Sobre mis perspectivas personales...

71- ¿Cómo sería el futuro que yo en verdad deseo?
72- ¿Qué es lo que me impulsa a ser siempre único y diferente de los demás?
73- ¿Cuáles son mis ídolos?
74- ¿Qué temas elegiría como arte y por qué?
75- ¿Qué valores principales me han enseñado de niño?
76- ¿Qué es lo que debería en verdad experimentar, leer o ver siempre, para que un día cambie quizá esta tierra y la haga algo mejor?
77- ¿Qué significa para mí Dios y la religión?
78- ¿A pesar de ser tantos en este mundo, cómo es posible entonces que a veces nos sintamos tan solos?
79- ¿Si tuviera que darle un pedazo de mi saber a la tierra, qué pedazo le daría?
80- ¿Cómo haría para que todo el mundo siempre me escuche?


Publicación Flujanz